Hace un par de décadas las mujeres eran distintas a lo que frecuentamos ser hoy. Actualmente ha ido creciendo el número de familias en las que ambos miembros de la pareja trabajan y esto ha significado que tanto hombres como mujeres han tenido que ir adaptándose a estos cambios, ajustando sus necesidades y la relación entre ambos, para que el sistema familiar funcione. Pero este proceso ha impactado principalmente la vida de la mujer, en la medida en la que ésta se enfrenta a la llamada doble jornada y al desempeño de múltiples roles: esposa y madre, vinculada a un empleo dentro o fuera del hogar. Vivimos en un mundo bajo presión, con una rutina diaria tan ajustada que lamentablemente en reiteradas ocasiones nos vemos sobrepasadas y agobiadas al intentar cubrir todas las áreas que tenemos que desarrollar. Esto nos ha llevado a olvidarnos de nosotras mismas, a dejar de lado nuestras propias necesidades, a comenzar a postergarnos, a limitarnos y esto nos ha llevado también a perder nue
Tendemos a estar en alerta porque nuestro cerebro no distingue entre la realidad y la fantasía, responde por igual a cualquier pensamiento que crea como un peligro para nuestra supervivencia. Su función es detectar amenazas para garantizar la supervivencia, por lo que la felicidad no es su prioridad, al contrario, realiza anticipaciones negativas y a su vez se nutre de lo negativo que ya le haya pasado. Es por esto que tomamos con tanta facilidad lo negativo antes que lo positivo y le damos tanto valor al miedo y a la preocupación. Nuestra mente siempre está pensando y si esos pensamientos son negativos inmediatamente entramos en modo alerta. Por eso, encontrar el bienestar en el día a día, viviendo en el estado presente, es una tarea que cada uno debe hacer. Una forma de calmarnos y volver al estado presente es generando mentalmente otras posibilidades futuras. Si pienso en que algo malo va a suceder tengo una sola opción, y se genera una respuesta emocional, el miedo y una respues