Ha llegado mi momento de pedir perdón. De pedirme perdón. Perdonarme desde el amor más profundo hacia mi propio ser. De liberar a mi corazón de conflictos, resentimientos, pensamientos negativos, enojos y heridas del pasado. De expulsar de mi vida a todo aquello que me hizo daño. De soltar las amarras que me atan al ayer. De liberarme de la culpa por los errores cometidos y de las culpas que otros desearon poner en mis hombros. De abandonar ideas erróneas que me alejan de lo que soy. De desechar viejos hábitos dañinos. De romper las cadenas que me esclavizan a mis miedos. De quitar la mala hierba de mi camino. Me perdono. El perdón me hará más fuerte. El perdón me hará más grande. Me permitiré vivir una vida colmada de amor y de paz. La lección ya está aprendida. Izaré las velas hacia mi destino. Mi corazón es libre. Me siento serena, feliz y agradecida.
Me atrevo a decir que todos en algún momento de nuestra infancia fuimos víctima de algún tipo de maltrato. Quizás recibiste mensajes descalificadores o hubo alguna forma de abuso emocional o físico. Quizás existieron circunstancias en donde te sentiste avergonzad@ o humillad@. O tal vez no tuviste buenas relaciones de pareja o viviste alguna situación que te causó mucho miedo o que afectó tu autoestima. Sean cuales sean las experiencias negativas que viviste, lo cierto es que ya no están, excepto en tus recuerdos. Y es la interpretación que haces de esos recuerdos lo que determina tu presente e influye en la obtención de lo que quieres para tu vida y en cómo proyectas tu futuro. Todas las experiencias vividas en la infancia, los conflictos, frustraciones, represiones y traumas, se convierten en una pesada carga que impide disfrutar libremente el presente. El recuerdo de esas experiencias negativas nos hace desarrollar corazas para evitar ser dañados, y el hecho de estar c
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